Son muchos los chavales que, destacando en categorías inferiores, al llegar a la categoría absoluta, se pierden en la inmensidad de las clasificaciones o incluso llegan a abandonar la práctica del atletismo de forma prematura. Cada edad y etapa de desarrollo del ser humano tiene sus tiempos de espera y sus fases de evolución y muchas veces se aplican a estos cuerpos, en pleno desarrollo, metodologías de entrenamiento con enfoques demasiado profesionalizados.
Los técnicos, a veces, buscamos ese diamante en bruto que pueda darnos la confirmación de nuestro método de entrenamiento, sin darnos cuenta que la paciencia es una de las virtudes mas valiosa y a la vez mas olvidada en este deporte y en muchos otros. El someter a sesiones, con grandes dosis de carga en las primeras etapas de la especialización, es un error que deberíamos desterrar lo antes posible.
El principio de la progresividad es algo fundamental y a estas edades se debe aplicar aún con mas prudencia y cuidado. De nada sirve tener buenos atletas hoy si destrozamos los posibles buenos atletas del mañana. Mucho chavales llegan a los centros de alto rendimiento con el vaso lleno, es decir, con una saturación física la mayoría de las veces difícil de manejar, "si todo lo ha entrenado que entrenamos hoy".
A todo esto podemos añadir las múltiples lesiones que frecuentemente nos podemos encontrar en chavales con una corta vida atlética, producto de la intensificación de las cargas, las cuales le convierten en un atleta, en algunos casos desmotivado, con una difícil reconversión hacia el camino correcto y unas articulaciones y cadenas musculares equivalentes, en desgaste, a un atleta veterano.
Quizá puedo estar exagerando, pero creedme, estos casos existen por desgracia. Muchos de estos chavales entrenan casi a diario con una exigencia, tanto física como psicológica, impropia para su etapa de vida. Pero, ¿donde podemos encontrar el origen de tal circunstancia?, ¿son los padres, que buscan desesperadamente fabricar en su hijo aquel campeón o deportista que ellos hubieran querido ser?, ¿son los entrenadores, que buscan una satisfacción personal en fabricar atletas a base de experimentos y fracasos personales?, ¿es la sociedad que impone un canon de competitividad demasiado exigente para los chavales?.
Tal vez la respuesta este en aportar un poco de culpa para cada una de las preguntas planteadas.
El niño debe divertirse haciendo atletismo, haciendo deporte, cuando un niño sufre en el "entrenamiento" (personalmente pienso que no podemos llamar entrenamiento, tal y como se entiende, a la actividad atlética de un niño, de ahí el entrecomillado), empieza a manifestar negativas para practicar deporte, algo está ocurriendo. En edades tempranas se debe aprender el deporte, se debe ayudar al niño en su evolución motriz, motivarle en su vida diaria para aplicar las virtudes de superación y sociabilidad del deporte, enseñarle los primeros gestos técnicos, pero no "entrenar", para ello ya tendrá tiempo durante su vida.
El entrenador debe también educar, debe servir de guía en determinadas parcelas de la formación del chaval, en definitiva debe ser también un pedagogo. La máquinas de hacer miedo, los entrenadores que son obedecidos por el niño a base de la imposición de castigos absurdos y esquivos, están, a mi modo de ver, haciendo un flaco favor al atletismo y al deporte en general. Debemos tomar conciencia que el futuro de nuestro deporte esta en nuestras manos y este debe forjarse con cuidado, paciencia y sobre todo un poco mas de proyección a largo plazo.
El atletismo es una escalera larga cuyos peldaños deben subirse poco a poco y así poder llegar al final de la escalera con el objetivo soñado, cumplido.
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