Estimados lectores, si es queda alguno tras mi larga ausencia. Como entrenador se viven momentos alegres y dignos de mantener en la memoria, sin embargo no todo son satisfacciones personales, también, por desgracia, este deporte tiene sus momentos poco gratos o poco gratificantes.
Como entrenadores y humanos, cometemos muchos errores y en nuestro caso, estos suelen repetirse en la misma cuestión y de forma casi refleja. Es inevitable, que cuando un atleta por hacer, llega a nuestras manos y se vislumbra alguna faceta potencial de genialidad, se pierda la frialdad y nos impliquemos más allá de lo meramente atlético. No cabe duda, que muchas veces, esta relación se puede prolongar en toda una vida deportiva, pero lo más normal y frecuente es que esto no ocurra así.
Cuando el primer caso ocurre nos sentimos llenos profesionalmente, pero casi más personalmente. Ver el progreso de un atleta desde su inocencia deportiva hasta su madurez y ser el responsable de esta evolución, es algo, que no tiene precio a nivel profesional y personal y por norma general, se nos queda un recuerdo imborrable, por lo menos, compañeros, ese es mi caso.
Pero son muchos más aquellos atletas que se van de nuestras manos, algunos con motivos fundados, otros por una falta de acople y otros, simplemente, no se encuentra explicación. Personalmente, creo que nosotros mismos, como entrenadores, debemos ser, lo suficientemente humildes para recomendar a ciertos atletas el mejor camino, si es que no esta en nuestras manos ayudarles a encontrarlo. Pero cuando esto sucede, por causas, ajenas a nuestra voluntad, debemos enfriar la mente y dar paso a otras opciones, a otros atletas, que quizás estaban ahí y aún no hemos sido capaces de ver, bien por ceguera profesional o bien por un descubrimiento casual.
Siempre digo que la vida de los clubes, es como la canción de Julio Iglesias, "unos que vienen y otros van" (creo que era algo parecido, Julio Iglesias no es mi fuerte musical) y aunque por algunos momentos pensemos que algo hemos podido hacer mal, esto debe durar unos instantes.
El binomio atleta-entrenador, el 50% de trabajo es fundamental y cuando alguna parte no funciona la otra parte se resiente y ya es complicado buscar culpables. Quizá nadie tenga la culpa y simplemente la variedad de atletas esta en consonancia con la variedad de afinidades, entendimientos y lealtades.
Por suerte el atletismo suele ser agradecido, en la mayoría de los casos, y cuando un atleta se va, siempre, siempre, viene otro a cubrir ese hueco. Es cierto que nadie es imprescindible y también, en la misma medida, nadie es sustituible dada la individualidad y originalidad humana. Sin embargo, uno espera, que esa porción de vida deportiva que estuvieron contigo permanezca de alguna manera en su recuerdo.
Amigos y compañeros entrenadores, seguiremos dando nuestra mano y confianza a todos aquellos que pasen por nuestra vida profesional y seguiremos cometiendo el mismo error, una y otra vez, pero creedme, merece la pena, eso nos ayuda a crecer como entrenadores. Solo queda desear a los que se marcharon buena suerte y a los que vienen darles la bienvenida.
jueves, 21 de febrero de 2013
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