jueves, 8 de octubre de 2009

Vueltas al patio.


Recuerdo en mis años de niñez, hace muchos, muchos años, que si alguien no queria saltar el potro o bien se le quedaba atascado en la entrepierna el castigo era unas cuantas vueltas al patio. Correr era un castigo y así lo veían la mayoría de mis compañeros, salvo yo, que en ocasiones, provocaba dicho atasco entre mis muslos para ser conducido al teórico calvario. Yo disfrutaba, dando vueltas y cuanto más rápidas mejor. ¿Era un bicho raro? tal vez, lo único que se es que debo agradecer al Padre Alejandro aquellos castigos, gracias a ellos, pude descubrir muchas sensaciones al correr. En el fondo, creo, que el Padre Alejandro sabía de mi intencionalidad y entre los dos se creo una complicidad, que tiempo después, nos llevo a hacer del castigo de las vueltas al patio unos curiosos entrenos.

Por desgracia, mi caso, fue una excepción, y no lo digo para cubrir mi ego de flores, simplemente describo una realidad patente. Dar vueltas al patio como correctivo a una mala acción en clase de gimnasia no es una buena decisión, salvo que la víctima sea un extraño individuo cuyo placer físico consista en descubrir ciertas sensaciones al dar vueltas sin un objetivo claro. Gracias a esta "gran medida pedagogica" muchos chavales encuentran en el acto de correr un suplicio, una carga para su divertimente y sobre todo una obligación inutil y sin sentido. La imágen de los patios colegiales llenos de niños dando vueltas como reclutas cansinos y desmotivados resulta lastimosa.

Hoy en día atletismo es sinónimo de correr por correr, muchos chavales llegan a este deporte con la idea preconcebida de que correr todo lo rápido que se pueda y durante mucho tiempo es la única actividad que van a realizar. Por suerte, aquellos que continuan descubren que hay mucho más tras este deporte y que las aportaciones para su divertimento y formación son múltiples.

Es dificil encontrar nuevos talentos, tal vez la culpa sea de nosotros, los técnicos, que buscamos a la desesperada y tratamos de encontrar la piedra filosofal en minas inadecuadas. Pero los padres también aportan su granito de culpa, muchos de ellos someten a los chavales a una presión para la cual no se encuentran preparados y se pide tener campeones donde realmente solo podemos encontrar expansión, y ánimo de relacionarse con sus semejantes compartiendo una actividad común. Todo tiene su tiempo y su evolución, ¿para que entrenar todo antes de tiempo?. Quizá todas estas actitudes colaboren en reforzar más aquellas vueltas al patio en una forma negativa.

La sociedad de "bienestar" en la que los chavales se desenvuelven no da mucha motivación para el sacrificio, la cultura de la PSP y de la WII es fuerte. Se que nuestra generación, esa que se mueve entre los 40 y 50, ha sobrevivido sin WII ni PSP ni móvil ni MP3 ni internet y quizá hemos tenido más tiempo para derivar nuestro tiempo de ocio hacia actividades fuera del cómodo sillón. Por eso, el reto que nos imponen los chavales, hoy en dia, es una nueva motivación para nosotros; intentar invocar a la musa del sacrificio y la voluntad dentro de un mundo donde se mueven las ninfas del ocio y el regodeo con suma facilidad.