miércoles, 10 de diciembre de 2008

El diablo vive en la cinta de correr.


Ayer hizo un tiempo del diablo, frio, lluvia, viento, esto no sería significativo sino hubiera acontecido, en mi jornada de entrenamiento, un suceso personal bastante inusual. Las series de 200 eran las protagonistas de la sesión, 2 x 6 x 200 concretamente. 4 km de rodaje fueron el preámbulo de su ejecución. Durante todo el tiempo de rodaje el aire, maldito compañero de viaje, no paro de acompañar mis pasos y siempre en dirección contraria a mis intenciones de movimiento.

Por lo tanto y aprovechando que se trataba de un calentamiento previo, me limité a dejar volar mis pensamientos en todos aquellos menesteres que estan ocupando la acción de mis neuronas, la Escuela de Atletismo, las cuestiones de creación del Club, la organización de la carrera para el día 14 de Diciembre, etc. No obstante según me iba acercando a la finalización de dicho calentamiento y vislumbraba el carril bici donde las series serian vencidas, el viento se opuso con más fuerza y la lluvía hizo acto de presencia, supongo que para no sentirse marginada en tal evento climatológico.

Las gotas chocaban en mis párpados, ¿donde narices me había dejado las gafas?. Las mejillas eran sometidas a un castigo a base de cientos de latigos minúsculos pero muy numerosos, por lo que la sensación resultante era bastante desagradable y dolorosa.

Quiza hace unos años hubiera aguantado, quizá hubiera luchado contra el viento y el agua mientras intentaba recorrer cada uno de los 200 metros en menos de 32 segundos, pero tal vez, los años claman por su derecho y me dirigí en un trote sumiso hacia el gimnasio.

Empapado en todos los centímetros de mis 67 kg, entré por la puerta del polideportivo, no sin antes ser observado por dos empleados del mismo que me saludan con extrañeza, quizá intentando averiguar que enfermedad mental transitoria estaba pasando por mi cabeza para andar por ahí, ¡con la que esta callendo!.

Subí a la zona aeróbica, abrí la puerta con cierto enfado y frustración por mi decisión y me subí a una máquina infernal, rutinaria, negra, machacona e insensible, la cinta de correr. Era la segunda vez en mi vida de corredor que me subía a dicho engendro mecánico. Me disponía a realizar las series en la cinta, si compañeros, en la cinta. Mientras observaba por la ventana como las ramas de los árboles eran apalizadas por un viento inmisericorde y una lluvía fina pero abundante.

Inicié la configuración de la maquinita en cuestión. Zancadas desconfiadas y una sensación muy extraña en mis piernas, no era lo mismo, no sentía ese impacto, esa especie de impulsión mecánica que se produce en la pista o incluso en el asfalto al realizar los entrenos de calidad. Por unos momentos sentí que la máquina y yo eramos una pareja de baile bastante descompensada. 16 km/h, traté de subir mas la velocidad de la maquinita, pero aquello no daba más de sí. Sabía que mi ignorancia o desconocimiento del artilúgio no era, pues recordé la última experiencia y tenía la certeza de poder ir hasta 21 km/h. Pero aquella no daba más, ¡maldíta sea!, esto suponía recorrer cada 200 en 45 segundos.

Había que tomar una decisión, - bien- , pense, - haré 6 x 200 en la cintita y 6 x 200 en remo a alta intensida, lo importante es acabar con una sensación parecida a la programada-. Y así lo hice.

Los otros ocupantes de la sala miraban mi carrera en la cinta, con cierta sorpresa, ¿acaso iba rápido?, a mi no me lo parecía, pero supongo que esa era la sensación que transmitia.

En el remo también los problemas aparecieron, pero esta vez no por culpa del aparatito, sino por una ventanillas que estaban abiertas de par en par justo a mi lado izquierdo. El 1:30 de recuperación entre cada repetición de 200 me resultaba molesto, un sudor frio subia por mi costado izquierdo como resultado de la ventilación improvisada de las dichosas ventanitas.

- ¡Que alguien cierre esto, por Dios!
- Estamos ventilando la sala-, me responden.
- ¿A las 12 de la mañana?, hacedlo antes de que la sala sea ocupada, alguno se muere de un pasmo.

Cerre las ventanitas de mi zona, pero ya era un poco tarde, pues mi costado izquierdo habia sufrido las consecuencias de tal situación.

Acabé las series, al final una sensación muy similar a la buscada con lo programado, sin embargo, sigo opinando, como hace años llegue a la conclusión, que la cinta no es lo más recomendable, sobre todo si uno quiere buscar ese nirvana que en algún momento, de algún rodaje, de alguna serie, de alguna repetición, aparece. Nada como disfrutar de un entorno irregular y no plano, aseptico, artificial.

En cuanto al remo nada que decir, puesto que es una herramienta que junto a la elíptica suelo utilizar en épocas difíciles físicamente, lesiones, recuperaciones, supercompensaciones, etc.

Pero la cinta, lo siento, no va conmigo y creo que pierdo mucho como persona y como corredor cuando me subo a dicho aparatito infernal. La próxima vez, prefiero sufrir el viento extremo, incluso una tormenta perfecta, antes de volver a subirme al engendro rodante.

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