viernes, 8 de febrero de 2008

Por el valle.


40 minutos de carrera continua con una ligera lluvia que me ha recordado mis rodajes de hace años, un mes de agosto, por el Valle de Elizondo, y un poco de gimnasio para fortalecer.
Recuerdo como la mayor parte de las mañanas me cruzaba con un anciano lugareño que portaba en un carro inmensos matojos de heno tirado por una mula cansada y curtida. El me miraba y yo le sonreía, con el pasar de los días la sonrisa y la mirada se tornaron saludo y el saludo se transformo un buen día en amena conversación. Me pregunto de donde era, pues nunca me había visto por allí.

- De Madrid, le dije.

- aha, respondió mientras encendía un cigarro a medio acabar.

- ¿Y por allí se puede correr? -. La pregunta me hizo pensar. Supongo que para el anciano el campo y la ciudad significaban posibilidades distintas. Para el, tanto coche, polución y prisas no tenían nada que ver con el ejercicio físico.

- Si, se puede, aunque debes buscar los sitios -, le dije.

- Aquí no hay que buscar, simplemente ¡¡ lo tienes !! –

- ¿Conoce algún sendero distinto para poder correr mañana por ahí?, siempre hago el mismo -.

- Si, sube al carro -.

Por primera vez en mi vida tuve la sensación de paz que todos buscamos, una paz verdadera, sin disimulos. El traqueteo del carro, junto a la leve brisa que aquel día se hospedaba en el valle, eran una combinación perfecta.

El anciano me fue enseñando cada una de las casas por las que pasábamos.

- Mira esa casa es de un amigo mío de la infancia, murió el pobre, como ves la casa ya tampoco tiene vida -.

- Esa otra es de Iratxe,(creo que así era el nombre) simpática moza, aunque sus perros tienen malas pulgas, no pases corriendo delante -.

- Esta era una vaquería, luego fue panadería, luego en la guerra fue un pajar donde algunos republicanos venidos de Francia se escondían al pasar ilegalmente la frontera. Aun era yo un mozo de buen ver -.

- Aquella que ves al fondo es de una viuda, apenas la he visto sonreír desde que con 19 años le mataron a su marido en la guerra. Tuvo que criar a sus tres hijos, ahora vive sola, ¿sus hijos?, simplemente no vienen -.

Yo miraba, con las piernas llenas de paja pegada con mi sudor. Me parecía estar en otro mundo y deseaba que al día siguiente volviera a repetirse.

Nos bajamos del carro y me enseño un camino que subía hacia una hermíta abandonada. Yo le mire, mire el camino, ¡¡¡ Vaya subida !!! pensé.

El buen hombre me pregunto por Mariano Haro, me pregunto si yo le conocía, si seguía corriendo. Me dijo, que cuando tuvo un televisor por primera vez pudo verle correr en un camino rojo, allí, lejos en Alemania creo que era, donde se fueron mis nietos.- Las olimpiadas de Munich -, le dije.

- Ah -, volvió a encenderse, una vez más, la colilla que ya tenia en la boca apagada desde hace tiempo.

No le conteste más, me dio la impresión que aquella imagen que vio en el televisor de aquel hombre corriendo, un hombre hecho así mismo como el, le dejo un tanto impresionado. No me atreví a decirle que aún vivía pero que ya no corría. creo que fue un error, el callado, esperó respuesta, se sonrió y continuo camino. En el fondo ya lo sabía.

LLegamos a la hermita, por detrás, había un camino, estrecho pero muy llano de unos 2 km que finalizaba en una pendiente no muy pronunciada, una nueva subida y al final... el camino se cortaba en unos riscos donde, si te subías, podías ver San Juan de Luz y atisbar un trozo de mar.
En total eran unos 6 km me dijo. Al decírmelo, le mire, ni siquiera jadeaba, el anciano había andado conmigo todo el camino, a mi par, hablando y parecía un chaval.

- Volvamos -, dijo.

Otros 6 km, pensé hasta el carro, sorprendente.

En el carro nos despedimos, yo volví rodando a la casa rural donde me esperaban mi mujer y mis amigos, gire la cabeza y lo vi. alejarse silbando a la mula que parecía entender todas sus órdenes. Al día siguiente rodé por aquel camino, no volví a verle, ¿coincidencia quizá?, pero la sensación que tuve aquel día al pasar por la hermita fue hermosa, placentera, creo que por primera vez en mi vida pude volar con mis pies. ¿Tal vez la altura?, no lo creo.

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