domingo, 17 de febrero de 2008

Sensaciones.

Sentir el cuerpo, despertar cada mañana con sensaciones ya conocidas es lo mejor que puede pasarnos, sin embargo, en ocasiones, aparece alguna desconocida, algo que desequilibra nuestro despertar rutinario y es, entonces, cuando todas las alarmas con más o menos intensidad se activan.

Con los años se aprende, se aprende y mucho, hasta tal punto que se puede medir e incluso preveer como irá la jornada de entreno. Ese pequeño dolor, ajeno a todos los acostumbrados, se maximiza en su importancia, y aunque tengamos sensaciones dolorosas mucho mayores, con el tiempo, se hacen casi indoloras, y ese nuevo dolor, el que aparece una mañana de repende, ese es el principal, el causante de nuestra preocupación inicial.

Esa misma mañana uno sale a entrenar con la esperanza de ver desaparecer esa ligera sensación nueva, pendiente de ella, intentando acoplar su nuevo ritmo a la partitura general diaria. Pero pasan los kilómetros y la pequeña sensación, empieza a ser más y más preocupante, no desaparece, se acrecienta y es, entonces, cuando se activan los mecanismos de defensa, la voluntad del corredor de fondo. El descanso, el parar, se hace el remedio mas lógico, e incluso, en ocasiones, los demás dolores familiares se inhiben, son sustituidos por este nuevo protagonista que invade todo nuestro sistema nervioso.

Al acabar la jornada uno se siente esperanzado, pensando, que quizá al dia siguiente todo vaya mejor, y si, a veces eso ocurre, pero en otras las circunstancias no son las más favorables y aquella sensación inofensiva, apenas molesta, se convierte en nuestro mayor enemigo. Ahí comienza nuestra lucha, más mental que física, en donde nuestro verdadero valor de atletas se hace necesario para superarlo. Da igual el nivel atlético que tengamos, pues esas sensaciones, esas molestias que alguna vez se hacen presentes no discriminan y, es, quizá, en esos momentos de abatimiento y pesimismo, donde se establece la diferencia.

Aquellos que son fuertes, pacientes en sus impulsos, lograrán despertarse una mañana, de nuevo, con aquellas molestias de siempre, los que no, volverán a sentir muchas mañanas la misma sensación, una y otra vez, hasta que un buen día, ese dolor, ese ataque a la estabilidad física, se convierte en uno más en el coro y seguirán sumando, añadiendo sensaciones, y sensaciones, hasta que un dia son demasiadas y empieza a costar ser fuerte, la ilusión desaparece.

Y ya no disfrutas, ya no entrenas, simplemente se sufre sin sentido.Si, compañeros, con los años he aprendido. Tengo muchas sensaciones ya familiares y algunas mañanas, cada vez más por la edad, aparece una nueva. No obstante, y a pesar de lo duro que puede ser para alguien que correr es casi su vida, paro, descanso, doy tregua y poco a poco, aún consigo despertarme cada mañana con las mismas sensaciones de hace años, aquellas viejas molestias que ya son parte de mi cuerpo, algo que, aunque suene paradójico, me grita dia a dia que aún sigo vivo.

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